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Porquería

un blog de Guillermo Fadanelli

domingo, marzo 30, 2003
Estaba en un hotel en Xalapa, pasando unas vacaciones con Yolanda, mi novia. De pronto me veo al espejo y me doy cuenta que esa noche, tal como dice el personaje Benito Torrentera había sido la indicada para pasarme la cuenta. Me deprimí totalmente y en el autobús Xalapa-México, saqué una libreta de apuntes y empecé a escribir una especie de lamento autobiográfico pero muy literario, ese fue precisamente el origen del libro. Después retomé la libreta y le aumenté más páginas. Además el estilo de la novela es digresivo, es decir, irse por las ramas porque para Torrentera este es el sentido fundamental de la filosofía.
—¿Cómo fue tu relación con Benito Torrentera?
—Fue muy compleja, sobre todo una vez terminada la novela. Hay mucho de mí en este personaje. Coincidimos en muchas apreciaciones y juicios morales, incluso en opiniones lapidarias. No me podía quitar la voz de Benito Torrentera. Incluso en mis artículos y ensayos, era Torrentera quien se apoderaba del tono. Tuve una columna en Sábado del unomásuno y puedo decir que Torrentera era quien escribía esa columna. Cuando digo Torrentera es porque un tono medio burlón-dilentante-reflexivo, casi un lamento se apoderaba de mí.
—El libro en primer término deja ver tu pasión por la filosofía, aunque también se aprecia cierta decepción por esta disciplina...
—Platón dice que hacer filosofía es practicar el estar muerto, y para Torrentera la filosofía está ligada a la muerte y a la angustia del fin. Él es un moralista y un personaje antiaristotélico, porque mientras Aristóteles decía que la finalidad del bien es decir, la moral, es la felicidad misma que se construye día a día, Torrentera piensa que la felicidad es siempre accidental y el azar es el que te propone momentos felices. Además la felicidad está ligada al placer. Mientras Aristóteles decía que aquel que funda su felicidad solamente en el placer es como una bestia, Torrentera piensa que no, que por más sofisticados que sean nuestros argumentos siempre la animalidad y la pasión tirarán nuestras perspectivas. Para él, la explicación viene a-posteriori. La razón como la ciencia siempre llegan tarde a todos lados. Finalmente yo soy un lector distraído de filosofía, vagabundeo por los libros, para mí la filosofía no es una profesión simplemente me acerco a ella porque me gusta la literatura y los ensayos.
—¿En este sentido, de qué manera cuidaste que la novela no resultara demasiado académica?
—Esta era una preocupación durante la escritura. No quería llegar a la pedantería. Tú puedes citar autores e incluso interpretar postulados siempre y cuando no te excedas de los límites marcados por la literatura. Yo estoy convencido que no hay nada importante en la filosofía que no se pueda decir con sencillez.
—Hablas de la coincidencia entre Torrentera y tú, en este sentido el personaje apunta dentro del libro “hay que leer menos y vivir más” ¿Cuándo haces el balance que te lleva a escribir el libro, qué resultado obtienes a este respecto?
—Yo tengo una imagen romántica del escritor. Para mí ni la literatura ni la filosofía evolucionan. Progreso es una palabra que abomino en ambos campos. La frase que mencionas es una premisa personal para hacer literatura. Hay que conocer el mundo, hay que ser un empírico. Una vez que tus sentidos han sido afectados por la experiencia cotidiana del vivir entonces podrás escribir. Como decía Dostoyevski, toda obra que no haya pasado por la naturaleza humana valdrá poca cosa. Aunque suene ingenuo, para mí la literatura y la vida están íntimamente relacionadas.
—Escribir a partir de lo vivido...
—Sí pero sin ser autobiográfico. La literatura como consecuencia de la afección de tus sentidos por la naturaleza. Como la frase de Ortega y Gasset: “El hombre es el hombre más sus circunstancias”.
—Por otro lado, la visión pesimista o desencantada de Torrentera parece ser una constante en los autores de tu generación.
—Precisamente porque Torrentera es humanista demuestra a través de sus actos y argumentos ese desencanto por la utopía. Todos los sistemas de pensamiento abocados para hacer más libre la humanidad han fracasado por completo. Algunos escritores de mi generación somos individualistas y pesimistas. Por lo tanto un hedonismo implícito marca nuestros actos. Es decir, haces uso de los placeres a la mano y te olvidas de los placeres grandilocuentes, universales y sociales. Una época como la que nos ha tocado vivir es una época en la que casi ningún humanista se sentiría a gusto. Está marcada por la desigualdad y un mercado poco razonable. Entonces lo que he decidido hacer junto con algunos colegas es apartarme de la polis, del bien social. Ahora la imagen del intelectual está desprestigiada, los políticos antes tenían como asesores a intelectuales ahora tiene a su alrededor asesores de imagen. También creo que la literatura es un oficio en decadencia. Los escritores cada vez somos menos apreciados. La educación sentimental ya no pasa por los libros, es la televisión la que marca las directrices, a esto hay que añadir que hay una venta indiscriminada de libros y muy pocos lectores. ¿No te parece que tengo suficientes motivos para mantenerme aparte?
—Quizá, pero de entrada no creo que la literatura esté en decadencia...
—Bejamin decía que la modernidad y su arte de vanguardia están en expansión pero ya no son creativos. Desde luego el edificio de la literatura seguirá poniendo pequeños ladrillos, el negocio seguirá. Sin embargo creo que el escritor está cada vez más sujeto a estrategias de mercado que no puede dominar. Los grandes monopolios editoriales deciden el futuro de un escritor. Vivimos en una época de gran confusión. Eso te lleva a pensar que el éxito en cuestiones literarias es un mal entendido.
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