Viene Berlusconi
La risa y el olvido serían formas bastante elegantes para enfrentar el mundo que habitamos. Sin embargo, se insiste en la argumentación razonada, el estudio minucioso y el análisis de los hechos. Un desperdicio, sin duda, este de los hombres pensantes que son mal vistos y despreciados por la sociedad en la que viven. Fracaso semejante se parece mucho a un destino, es cierto, pero no deja de ser desolador. Me encamino de nuevo a otro suicidio, pero además de ser mi costumbre, creo que es una manera honrada de vivir, así que entremos de lleno en este penoso asunto. Hace varios días uno de los dos monopolios de la televisión mexicana puso en marcha una campaña para limpiar las calles de basura. El propietario del consorcio encabezó las brigadas levanta papeles y aprovechó para dar un mensaje a los televidentes sobre la conveniencia de no ensuciar el espacio público. Qué acción loable la de estas personas, usar un medio reservado al lucro y al entretenimiento para hacer un poco de bien a su sociedad. ¿Y la otra basura?, nos preguntamos los ingenuos, la que sepulta el entendimiento de las personas y que merma su capacidad de comprender, ¿cuándo comenzaremos a barrerla?
Silvio Berlusconi, el impúdico, nos ha demostrado que todo se puede, que cuando una programación está en el aire, como un virus no hay vacuna que pueda remediar los males. La manipulación de los enfermos es el negocio del primer ministro italiano y de sus empresas de comunicación. Enamorar adolescentes o proponer a sus amantes para puestos de elección popular es el pasatiempo de un monarca que no encuentra oposición a sus actos. ¿Por qué Italia ha permitido esta puesta en escena? Es probable que Berlusconi represente el verdadero sentir de la sociedad italiana y en ausencia de una oposición política ha dado por un hecho que el país es su casa. ¿Pero tiene sentido hacer una crítica del espectáculo? Sea una crítica formada en el cinismo posmoderno (Baudrillard) o una que conserve la visión humanista de cultura y comunicación (Sartori), carece de importancia si ésta no encuentra receptores en las personas comunes y en los políticos que dicen representarlas (que los intelectuales ladren, nosotros sí sabemos lo que quiere la gente).
Los funerales de Fellini se llevan a cabo todos los días en la vida política italiana. La comedia sorprende a Europa porque en casi todos los países de su comunidad Berlusconi habría tenido ya que renunciar. Una sociedad no puede sobrevivir si no respeta la capacidad de razón de sus miembros. Y la razón quiere decir diversidad, diferencia y capacidad para saber lo que le conviene a cada quien. ¿Y en México? Sin caer en abismos dramáticos a la italiana diré que estamos peor que los romanos actuales. El virus que ataca a los televidentes carece de control, se mueve en completa libertad y sus efectos crean, como lo ha sostenido Sartori, una regresión fundamental: han empobrecido la capacidad de entender de las personas. Frente a esto las campañas para levantar papeles en las calles son una burla a la Berlusconi.
Este es un breve artículo que no tendrá ninguna repercusión (a eso me refería cuando hablaba del fracaso como destino), pero es justo expresar el sentimiento de desasosiego e impotencia que me causan las historias que acabo de narrar, aún siendo un pesimista sin remedio. Si la televisión es la que educa, entonces tiene grandes responsabilidades, y estas no son levantar basura, sino evitar su difusión. Las televisoras no han inventado el país como sí lo hicieron su cultura y sus revoluciones, pero lo transforman a su conveniencia. En vista de que el congreso carece de poder para evitar que el síndrome Berlusconi y su virus mutante nos azoten y de que la señal en el aire será vehículo para la difusión de la enfermedad, volveré a practicar esas formas tan elegantes y prácticas de supervivencia: la risa y el olvido.
Silvio Berlusconi, el impúdico, nos ha demostrado que todo se puede, que cuando una programación está en el aire, como un virus no hay vacuna que pueda remediar los males. La manipulación de los enfermos es el negocio del primer ministro italiano y de sus empresas de comunicación. Enamorar adolescentes o proponer a sus amantes para puestos de elección popular es el pasatiempo de un monarca que no encuentra oposición a sus actos. ¿Por qué Italia ha permitido esta puesta en escena? Es probable que Berlusconi represente el verdadero sentir de la sociedad italiana y en ausencia de una oposición política ha dado por un hecho que el país es su casa. ¿Pero tiene sentido hacer una crítica del espectáculo? Sea una crítica formada en el cinismo posmoderno (Baudrillard) o una que conserve la visión humanista de cultura y comunicación (Sartori), carece de importancia si ésta no encuentra receptores en las personas comunes y en los políticos que dicen representarlas (que los intelectuales ladren, nosotros sí sabemos lo que quiere la gente).
Los funerales de Fellini se llevan a cabo todos los días en la vida política italiana. La comedia sorprende a Europa porque en casi todos los países de su comunidad Berlusconi habría tenido ya que renunciar. Una sociedad no puede sobrevivir si no respeta la capacidad de razón de sus miembros. Y la razón quiere decir diversidad, diferencia y capacidad para saber lo que le conviene a cada quien. ¿Y en México? Sin caer en abismos dramáticos a la italiana diré que estamos peor que los romanos actuales. El virus que ataca a los televidentes carece de control, se mueve en completa libertad y sus efectos crean, como lo ha sostenido Sartori, una regresión fundamental: han empobrecido la capacidad de entender de las personas. Frente a esto las campañas para levantar papeles en las calles son una burla a la Berlusconi.
Este es un breve artículo que no tendrá ninguna repercusión (a eso me refería cuando hablaba del fracaso como destino), pero es justo expresar el sentimiento de desasosiego e impotencia que me causan las historias que acabo de narrar, aún siendo un pesimista sin remedio. Si la televisión es la que educa, entonces tiene grandes responsabilidades, y estas no son levantar basura, sino evitar su difusión. Las televisoras no han inventado el país como sí lo hicieron su cultura y sus revoluciones, pero lo transforman a su conveniencia. En vista de que el congreso carece de poder para evitar que el síndrome Berlusconi y su virus mutante nos azoten y de que la señal en el aire será vehículo para la difusión de la enfermedad, volveré a practicar esas formas tan elegantes y prácticas de supervivencia: la risa y el olvido.